Hey babies! Os voy a contar una historia: Hace muchos años, mis tíos, que viven en Portugal, tenían un par de libros muy especiales llamados 'O grande livro do maravilhoso e do fantástico' (del año 1977), eran tan especiales que uno de ellos terminó viniendo a España gracias a mi hermano (y el cual poseí durante unos meses) y el segundo se perdió durante mucho tiempo. Este año, en abril, fui de viaje a ver a la familia y uno de mis objetivos era encontrar ese segundo libro, el cual ni mi madre ni mis tíos habían logrado encontrar por más que buscaron. Y justo un día antes de marcharnos, se obró el tan esperado milagro. Ahí, justo ahí, debajo de otros muchos libros, medio escondido... ¡ahí está!.
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Por fin reunidos |
Ok, después de esta ida de olla (es que encontrar el libro fue realmente milagroso), ya llevaba meses queriendo empezar a subir cosas respecto a este libro (el de mi hermano volvió a su casa) porque es realmente increíble, Reader Digest tiene unos libros espectaculares y me encantaría encontrar el de 'Inverosímil. Fenómenos inexplicables', que lo encontré el pdf pero no es lo mismo.
Y como no sabía por dónde empezar, ¿qué tal algo misterioso?
Nota: Como los tengo que ir traduciendo del portugués al español me va a llevar algo de tiempo, pero quiero hacerlo bien porque este libro se lo merece.
¿Qué pudo haber dejado un rastro de 160 km de pisadas?
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Imagen del libro |
En todo el
sur de Inglaterra, el invierno de
1854-1855 fue el más frío del que se tiene memoria. Durante la noche del
9 de febrero se verificó una fuerte helada que cubrió con 5 cm de nieve el
condado de Devon. El río Exe se congeló, atrapando en el hielo a las incautas aves que se habían posado en él.
Cuando amaneció, la nieve era un manto blanco, liso y regular, donde se notaban apenas las marcas de las aves y otros animales y, a lo largo de 160 km, un rastro de misteriosas huellas, que zigzagueaban a través de 5 distritos, atravesando jardines, pasando sobre tejados, silos de heno y muros, entrando y saliendo de graneros.
Tenían unos 10 cm de longitud y 7 de anchura, eran distantes entre sí por alrededor de 20 cm y parecían haber sido hechas por un animal con pezuñas hendidas, que se desplazaba erguido sobre dos patas.
Los campesinos del área no dudaron ni un segundo en decir que esas huellas pertenecían al Diablo.
Pezuñas de fuego
Las misteriosas pisadas comenzaban en medio de un jardín en la parroquia de Totnes y terminaban tan misteriosamente como empezaban, en un campo en Littleham. En una de las aldeas, las huellas conducían a un cobertizo y salían por el otro lado. Quienquiera que las hubiera hecho, atravesó un orificio de cerca de 14,5 cm de diámetro. En otro pueblo, la extraña criatura parecía haberse arrastrado por una tubería de desagüe, a ambos lados de la cual había dejado huellas.
En algunos sitios las marcas parecían haber sido hechas por pezuñas incandescentes en la nieve helada o, como en Woodbury, junto a la puerta de la iglesia, por un hierro candente.
Centenares de personas vieron las pisadas. Las redacciones de los periódicos recibieron un sinfín de cartas sugiriendo varias interpretaciones de las mismas. En las proximidades del pueblo de Dawlish, el ratro conducía hasta un matorral denso, con helechos. Se dice que los perros que fueron conducidos hasta ese matorral para inspeccionarlo, retrocedieron, aullando de forma lúgubre.
Un sinfín de teorías
El naturalista Sir Richard Owen, en una carta dirigida al Ilustrated London News, sugirió que las huellas pertenecían a un tejón que coloca sus patas traseras sobre las marcas dejadas por las delanteras. Aunque hiberne, este animal a veces se arriesga a salir en busca de alimentos.
La extraña criatura también fue identificada como un zorro, una nutria, grullas, gatos monteses, un burro o un poni con una pezuña rota. Un naturalista aficionado llegó a sugerir que las huellas se asemejaban a las de un canguro y que el animal podría haberse escapado de un zoológico y después haber vuelto a su jaula sin que su ausencia hubiera sido notada. Las huellas también fueron atribuidas a ratas, conejos, ardillas y sapos.
El Reverendo Henry Fudsen, pastor de una parroquia, pronunció un sermón en el que declaró que las huellas eran las marcas de varios gatos. Un grupo de aldeanos, considerando la hipótesis de la existencia de un animal salvaje suelto, organizó un rastreo armados con horcas y garrotes, pero sin lograr ningún éxito.
Pero los habitantes de la región no quedaron convencidos. Muchos se negaron a salir después del atardecer, y los niños se escondían en armarios y lugares oscuros, aterrorizados por las historias que oían contar en torno a la chimenea: que el Diablo pasó por Devon en aquella noche de invierno.